domingo, 15 de abril de 2012

Chapter XXI: my crazy obsession

Son las 4:30 de la mañana del 26 de diciembre en Seattle (Washington). Kate lo tiene todo preparado: el coche con gasolina, termos de café, zapatos y ropa cómodas, los ficheros con los cupones, el GPS… Solo queda despertar a su sobrina Sharon, que este año se ha ofrecido a ayudarla.

“Hay que salir cuanto antes porque si no las tiendas se llenan y podemos perder grandes oportunidades. No hay tiempo que perder, he elaborado un horario que debemos seguir a rajatabla y cualquier contratiempo puede echarlo todo por tierra.”

El 26 de diciembre es bien conocido en EE.UU por ser el día de las rebajas. Es como un 8 de enero español. La diferencia es que nosotros todavía no nos hemos vuelto tan locos. Kate es sólo un ejemplo de hasta donde podemos llegar con nuestra obsesión por comprar y tener y acumular y poseer.

“Espero ansiosa este día durante todo el año y en cuanto pasa, sólo pienso en planear el siguiente. Me enorgullece ser capaz de encontrar estos chollos y de poder ahorrarme tanto dinero. Es maravilloso”

A lo largo del día, Kate recorrerá centros comerciales en busca de todo tipo de productos: muebles, ropa, cosméticos, calzado… Reconoce que en muchos casos todo lo que adquiere no lo necesita pero es que no puede dejar pasar la oportunidad porque cuando pase, no sabe si habrá alguna parecida. Durante todo el año, ha ido recopilando cupones con descuentos o promociones que minuciosamente ha ordenado en archivadores. Ha hecho una lista de todos los cumpleaños, eventos y demás celebraciones a las que asistirá tanto ella como sus hijos para saber qué regalos comprar o con la ropa que necesitan sus hijos. No hay nada que se le haya escapado.
Reconozco que es bueno no tener coche porque sé que si tuviera libertad para moverme, pasaría mucho más tiempo comprando. Noto como cada vez que voy de compras es inevitable no llevarme nada a casa; allá por donde vas las ofertas increíbles y no puedes dejarlas escapar. Da igual la fecha del año, es algo permanente. Sí, es verdad, en Europa todo es mucho más caro, pero al final, gastas el mismo dinero porque aquí compras constantemente. “Es barato”, “Son solo 10 dólares”, “no es que lo necesite ahora, pero siempre viene bien tener uno de estos”, “¡Ay mira que bonito, no lo pude dejar ahí, estaba diciendo ‘llévame contigo’”. Sí, yo he dicho todas estas frases por lo menos una vez. Es un verdadero problema
Hablamos de EE.UU como la cuna del capitalismo. Es verdad, es así. Las grandes empresas se gastan verdaderas fortunas en las campañas publicitarias más agresivas que he visto en mi vida. El día de la Súper bowl la gente se reúne en familia o con los amigos para ver el partido. En la mayoría de los casos, el juego es lo de menos. Lo más "divertido" de todo es ver los anuncios que se emiten durante esos minutos y que cuestan miles de millones de dólares. La gente no para de hablar de ellos, los comparten en las redes sociales y forman parte de las conversaciones que se mantienen a lo largo de la semana siguiente. Uno de mis alumnos se sorprendía cuando le decía que tenía 4 pares de pantalones vaqueros. El tiene 30. Literalmente. Aquí es normal comer en restaurantes 4 ó 5 veces por semana, así que os podéis imaginar que Doriane y yo somos muy exóticas con eso de que cocinamos.
Volvamos con Kate y su sobrina. Ya son las 10 de la mañana y rozan los 300 dólares gastados. Un sofá nuevo para el estudio y ropa para sus gemelos y su marido. Ahora están en una perfumería y Kate busca desesperada su perfume preferido porque tiene un cupón con el que se ahorraría el 20% de su precio real. Por lo visto no lo tienen. ¡Maldita sea! Bueno, no pasa nada, es normal que pase, solo hay que asegurarse de que lo demás lo encontramos. Cada vez que Kate da su tarjeta de crédito, le pide a los dependientes que le digan por favor, el dinero que le hubiera costado todo sin cupones ni descuentos ni promociones y el dinero que se ha ahorrado. Le fascina ver lo buena que es. Es como una dosis de aire fresco. Es enfermizo.
Su sobrina, que tiene 16 años, ha decidido ayudarla porque el día 26 de diciembre es un día muy triste; la Navidad se acaba, los miembros de las familias vuelven a sus casas y no se hace nada durante todo el día, así que prefiere levantarse a las 4 de la mañana y ayudar a su tía a comprar. Qué detallazo.
Todavía les quedan 13 horas más de colas, tarjetas de créditos, bolsas. Llegarán a casa a las 11 de la noche con el maletero hasta arriba y la cuenta corriente pidiendo una transfusión sanguínea. En total, Kate gasto la escalofriante cifra de 895 dólares. Eso sí, se ahorró otros 600.
¿Es esta una historia real? Si lo es. Lo mejor de todo es de donde la he sacado. Un reality show que incluía 4 historias más sobre cómo aprovechar las gangas del 26 de siembre. Pero tranquilos, por ahora, dejémoslo aquí. Los realities son otra entrada.



A lo largo de esta entrada, he utilizad el verbo comprar y sus derivados ocho veces. Todo un logro teniendo en cuenta el tema elegido.